El pueblo se quedó a la espera de
que la serpiente rompiera sus cadenas,
se quedó suspendido en el pensamiento moderno.
El pueblo camina sobre lo que fue vida,
donde con sangre del corazón
se alimentaba a la conciencia,
en tierra de gigantes vestidos
de taparrabos y escudos emplumados.
El pueblo ríe, camina,
vira hacia ambos lados
antes de cruzar una calle, nunca cruza,
nunca piensa, nunca va a ningún sitio.
No sabe quién fue su padre,
el guerrero de pecho labrado y moreno,
y buscan en frascos brujos
la imagen clara europea,
se ha olvidado de la razón
de arar el color a conciencia bajo el sol.
No sabe que eres su hermano,
su padre librador,
ni que vuelas con las alas
que nacieron de tu pecho verde,
escamoso, emplumado.
Ana Lilia Rodríguez Olvera.
material resguardado bajo derechos de autor y publicado con licencia de la autora.
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