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martes, 10 de mayo de 2011

Marcha por la PAZ


Con el corazón en el pecho llegué al monumento a la Revolución, ansiosa por unirme a la marcha. Un mitín del PRI empobrecía los ánimos revolucionarios, los ánimos justicieros. Me acerqué a un señor y le pregunté por qué estaba ahí, -pus ellos nos han apoyado- me dijo. Era comerciante del metro, disfrutaba de la música cuidadosamente escogida para entretenerlos, mientras en otro punto de la ciudad se gestaba una mega marcha.

Muchos me decían: -¿Para qué vas?¿qué ganas?¿Cuál va a ser la diferencia?- ellos no saben que un muerto es más que una cifra, de hecho ese fue el lema de mi pancarta, no saben que cada uno de los desaparecidos en este país tiene un nombre, una vida perdida, tiene una familia a la que ha dejado desolada, a la que ha dejado abatida.

Justo un día antes de la marcha, leía un libro de Osho, en él decía que aquellas personas que han muerto por vía violenta, aquellas personas que murieron bajo un yugo de injusticia, eran vidas catalizadoras, sus vidas, o más bien sus muertes no son en vano, son muertes que desencadenan cosas grandes, cosas bellas. Y eso creo yo, eso es lo que nos queda creer a quienes hemos sufrido por un adiós inesperado.

Yo no buscaba más que sanación al unirme a la marcha. Yo no buscaba, aunque es lo que más deseo, que algún poderoso de buenas a primeras diera certezas sobre estas muertes. Fui a la marcha y tuve mucho más que un elemento catártico en mi luto. Fue mucho más que marchar en silencio, con gafas oscuras para que nadie viera mi debilidad, con los brazos muy en alto y una foto de mi viejo, porque él estaba ahí, él como muchos de los desaparecidos se sumaron a nuestros pasos, se unieron al silencio, a la indignación.

Al final la marcha me sirvió para calmar un poco los gritos internos, un poco los ríos que aún se desbordan, al final no me quedé sin hacer nada, no me quejé de la porquería de vida que llevamos los mexicanos, de la inseguridad, al final no me crucé de brazos, sino que los alcé, fui militante de la paz y lo soy ahora.

Al final lo hice por ti, papi, viejo, lo hice porque sé de injusticia y espero que nunca nadie sienta ese dolor que recorre nuestros cuerpos (los de la familia), porque ese dolor es la muerte misma.

Ana Lilia Rodríguez Olvera.material resguardado bajo derechos de autor y publicado con licencia de la autora.

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