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lunes, 20 de abril de 2009

RAYUELA

El hombre que nunca se imagino ser parte de un juego que él mismo construyo sin aceptar las reglas que intuía y que al mismo tiempo le daban un bien-estar efímero, ¿Qué es el bien-estar? Dicen que no se conoce la felicidad hasta sentir las llagas del dolor más puro carcomiendo la piel, pero ese bien-estar fue para este hombre algo que no necesitó de dolor en el sentido en el que el mundo y los diccionarios conocen el término, para él este sentimiento fue parte de su bien-estar, de su andar cotidiano, que juraba era diferente y que en cada paso comprometía con una complejidad casi compleja. Pero fue tan igual siempre, que su único escape de la realidad, que no veía real, era una mujer; cosa curiosa pues dicen que siempre la responsabilidad de los desastres recae en las mujeres, las guerras, incluso los desastres naturales llevan nombre de mujer, la mujer como desastre natural.
Pero el bien-estar absoluto y fantasmagórico al que éste hombre se sometió sin saberlo, igual una droga que no necesitaba tanto como la amaba y viceversa, y que no creía en ella hasta que estaba ausente, fue el catalizador de su vida misma, de la VIDA con mayúsculas donde cada respirar valía la pena y cada coincidencia propiciada en una de las calles de Paris llenaban el espacio de esa magia que solo los que se han rehusado a creer perciben, sin embargo hay sentimientos más grandes que aún el historial genético humano no es capaz rechazar y que trazan una línea suave sobre el camino a andar, y lo alejan de su maravillosa fantasía, de su hilarante realidad.

Ella tan ausente como de costumbre y tan VIVA, lejana como la idea de la muerte pero persistente, ella flotando en la fantasía de él como recitando una lección indescifrable, para que él en sus últimos momentos de locura se rinda ante lo que ya ha perdido. Ella simplemente ella sin ansias de ser parte de la elite de enfrascados lectores, ella que aprendió de la vida la vida y no ansiaba más que lo necesario, lo en verdad necesario sin arreglos punzo cortantes que hieran el orgullo y la cultura de alguien más, sin severidad injustificada y con la inocencia necesaria para seguir sorprendiéndose y hacer que cada día valga la pena aunque sea un poquito. Tan grande y tan sola aunque ella no lo sabe, con su historia larga, con sus besos lentos, con sus amores, con sus canciones, ella.

Los demás son solo el recuento de cuantas vidas han leído, de cuantas teorías han infectado sus neuronas, ellos están en el mundo a la espera de más y más, son músicos, pintores, lectores, artistas, titulados, acróbatas de la realidad sin cuerda floja, pasivos y latentes o eso creen, pero viven (no soy capaz de afirmar en ellos la felicidad), son los lustrados conformes con su realidad, ellos sabios.

Un mundo de real fantasía, de búsqueda donde al final cada quien encuentra su final, éste es Rayuela un libro escrito por un maestro latino nacido del mundo y para el mundo, Julio Cortázar, el hombre que plasmó en su obra no solo su conocimiento a posteriori, plasmo también su alma.

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