
Él espera sentado
en una banqueta de la inmensa ciudad,
tiene la mirada perdida y las manos a los costados.
Su rostro es nostálgico y muestra una sonrisa desconsoladora.
Ve y no ve nada, ve a las personas,
los autos, el transporte público que no lo altera,
los ve y sin embargo no ve nada, nada entiende.
Él espera sentado, piensa y espera que algún extraño le diga que
la puerta del cielo no es una cafetería en el número 88 de la avenida San Mateo.
Él espera y mientras espera, se muere
no haya respuestas certeras, ni miradas confiables,
él se consume lentamente
entre el tumulto de la ciudad y el mar de personas
que para él ya no significan nada.
Él espera agonizante,
su rostro se ha palidecido y sus pupilas dilatado como esos que espera,
eso que quizá es una solución, una mirada con una veta de amor,
una sonrisa humilde y sincera, una mano en el hombro y una marca en el corazón.
Él espera y no se cansa de esperar,
pasan los segundos eternos,
las aves en lo alto, vuelan en círculo sin sentido,
están donde él espera y se van, huyen,
se evaporan incansablemente.
Él espera así sin más,
yo lo miro mientras espero sentada
al otro lado de la calle.
Ana Lilia Rodríguez Olvera.
material resguardado bajo derechos de autor y publicado con licencia de la autora.
1 comentario:
El espacio inmenso de una sola calle, y si llega sera como una piedra lanzada en lago quieto algunas ondas, y despus nada, seguira en el lado opuesto de la calle
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