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viernes, 20 de mayo de 2011

la silla


La silla estaba pesada en la silla estabas tú, en la casa, y ahora que no eres material puedes conocer todo lo que no conociste en vida, y ahora que no eres material sabrás cuánto pesan las alas de las aves y cuándo rompen el viento, que eres tú. Sabrás cuantos ríos se llenan con lágrimas, y cuántas bendiciones se rompen en la desolación. La silla estaba pesada porque llegaste a esta casa que ahora te pertenece. Que ahora te anhela cada mañana. Nos acompañas en el desayuno? ¿te tomas un cafecito con azúcar de tus ojos? Ven cuando gustes, ven cuando puedas, ven con nosotros que nosotros ya vamos contigo.











Ana Lilia Rodríguez Olvera.material resguardado bajo derechos de autor y publicado con licencia de la autora.

martes, 10 de mayo de 2011

Marcha por la PAZ


Con el corazón en el pecho llegué al monumento a la Revolución, ansiosa por unirme a la marcha. Un mitín del PRI empobrecía los ánimos revolucionarios, los ánimos justicieros. Me acerqué a un señor y le pregunté por qué estaba ahí, -pus ellos nos han apoyado- me dijo. Era comerciante del metro, disfrutaba de la música cuidadosamente escogida para entretenerlos, mientras en otro punto de la ciudad se gestaba una mega marcha.

Muchos me decían: -¿Para qué vas?¿qué ganas?¿Cuál va a ser la diferencia?- ellos no saben que un muerto es más que una cifra, de hecho ese fue el lema de mi pancarta, no saben que cada uno de los desaparecidos en este país tiene un nombre, una vida perdida, tiene una familia a la que ha dejado desolada, a la que ha dejado abatida.

Justo un día antes de la marcha, leía un libro de Osho, en él decía que aquellas personas que han muerto por vía violenta, aquellas personas que murieron bajo un yugo de injusticia, eran vidas catalizadoras, sus vidas, o más bien sus muertes no son en vano, son muertes que desencadenan cosas grandes, cosas bellas. Y eso creo yo, eso es lo que nos queda creer a quienes hemos sufrido por un adiós inesperado.

Yo no buscaba más que sanación al unirme a la marcha. Yo no buscaba, aunque es lo que más deseo, que algún poderoso de buenas a primeras diera certezas sobre estas muertes. Fui a la marcha y tuve mucho más que un elemento catártico en mi luto. Fue mucho más que marchar en silencio, con gafas oscuras para que nadie viera mi debilidad, con los brazos muy en alto y una foto de mi viejo, porque él estaba ahí, él como muchos de los desaparecidos se sumaron a nuestros pasos, se unieron al silencio, a la indignación.

Al final la marcha me sirvió para calmar un poco los gritos internos, un poco los ríos que aún se desbordan, al final no me quedé sin hacer nada, no me quejé de la porquería de vida que llevamos los mexicanos, de la inseguridad, al final no me crucé de brazos, sino que los alcé, fui militante de la paz y lo soy ahora.

Al final lo hice por ti, papi, viejo, lo hice porque sé de injusticia y espero que nunca nadie sienta ese dolor que recorre nuestros cuerpos (los de la familia), porque ese dolor es la muerte misma.

Ana Lilia Rodríguez Olvera.material resguardado bajo derechos de autor y publicado con licencia de la autora.

jueves, 5 de mayo de 2011

COMO UN GRITO DE DOLOR


Introducción:

Formo parte de una familia numerosa, de gente trabajadora y unida, toda mi vida fue así. Ir a casa de mis abuelos maternos al estado de Tlaxcala una o dos veces por mes fortalecía estos valores, mis abuelos siempre fueron el ejemplo y la base de esta familia. Un día, hace no mucho, mi abuelo desapareció, tenía 82 años y fue arrebatado de su paz, de su mujer, de sus hijos.

El siguiente texto fue escrito como un grito desesperado y encierra una ira tremenda contra los agresores de mi abuelo, al que amo y amaré por siempre y al que admiro y admiraré por su noble ejemplo, por su plena vida, por su amor a la tierra labrada, a sus animales y a su gran familia.


*********


Que se mueran mejor los hipócritas, los neófitos, lo escandalosos, que se mueran los traicioneros; que amaguen su cuerpo con aspas de cera. Que se mueran los asesinos, sonámbulos casi muertos vagabundos. Que se mueran los que desprecian, los que hacen daño, las mierdas y los hijos de puta que pueden dañar a un viejo.

Que se mueran ellos, no mi viejo que simplemente hacía su vida, que simplemente era feliz, cárcamo sonriendo y caleidoscopio taciturno. Que se mueran aquellos que osaron matarte y que se mueran mil veces los que se robaron tu vida, que ardan, que se pudran por fuera como lo están por dentro.

Que se mueran y que caigan en ellos todas las maldiciones gitanas y lobescas que puedan existir; que caigan sobre ellos, los yunques de la sinrazón, que los destrocen y que su cuerpo se quede solo en las tinieblas; que su alma, si es que tienen, se humedezca y se vuelva contra ellos, porque no hay nada peor que un alma en tu contra.

Que se mueran ellos y que regreses tú, viejo, papi, que regreses a cubrirnos con tus manos labradoras, con tus manos campesinas, con tus manos que siempre estaban llenas de curitas. Que se mueran ellos y que regreses tú a contar chistes sin chiste, a reír, a cantar, a comer dulces a escondidas. Cómo pudieron hacerte daño si sólo eras un niño. Un niño sabio y cariñoso, un niño que no hacia berrinches, que no maldecía como lo hago yo en este momento.

Seguramente tú los perdonaste desde que llegaron a ti, desde que te abordaron, seguramente tú los perdonaste porque tienes un gran corazón y la bondad del mundo en el portapapeles de tu bocho. Seguramente tú los perdonaste, de fe, de ley, los perdonaste porque así eres tú, pasible y seguro, y maravillosamente empático. Pero yo no los perdono, yo no soy capaz de decir ya ni modo, la resignación llegará, la resignación es una vaga consecuencia de nuestra historia por el mundo. Yo no los perdono porque te mataron a ti de cuerpo y a mí de alma. ¿Cómo puede perdonar un cuerpodesalmado? ¿Cómo puede perdonar un árbol seco?

jueves, 10 de marzo de 2011

Actívame. como una súplica al pasado


Actívame tómame entre tus manos

como si mi cuerpo fuera agua tibia,

escúrreme una vez al día

y deja que mi cuello dance por tus pensamientos.

Tómame y respírame entre un mundo lleno de ti,

actívame.

Instala éste y todos los instantes

tu boca profeta bajo mis piernas y canta,

susurra las palabras que trajo consigo la luna,

dímelas una a una

escribe en mi pecho, que se abre cada mañana

anhelando tu nombre,

actívame.

Cultiva azares y desprende

uno cada vez que no reconozcas otros rostros,

ni el tuyo,

estréchame, poséeme, penétrame con tu mirada fálica

y cuando ya no pueda más

deja en mi piel tu abrazo,

actívame.


Ana Lilia Rodríguez Olvera.material resguardado bajo derechos de autor y publicado con licencia de la autora.

sábado, 5 de marzo de 2011

A Don Benja en el cielo: Te convertiste en marioposa


Te convertiste en mariposa,
íbamos caminando hacia tu entierro y ahí estabas tú
con tus alas negras con filos dorados
danzando sobre la que fue tu esposa,
fiel racimo de experiencias.
Danzaste y cantaste con nosotros
las canciones que los santos escogieron para esa ocasión,
y reíste y un suave viento acarició nuevamente nuestros rostros.
También te convertiste en viento,
el mismo que intentaba secar mis lágrimas
cuando no encontraba consuelo,
te convertiste en viento
y estarás siempre rondando fuerte como eras
y nos abrazarás como lo hacías frente a la televisión.
Suave piel arrugada por el tiempo y el trabajo
ahora eres luz, ahora eres viento, mariposa,
ahora estás aquí en mi vida y en mis pensamientos, más bello que nunca.
Ya no te pido que vuelvas porque sé que no te has ido,
aunque estás allá, donde los días no terminan,
donde el tiempo no cambia,
donde aún hay esperanza,
donde no hay gente mala, ni rencores,
ni lágrimas con albor de grito desesperado.
Te convertiste en tantas cosas
que hasta dentro de mi estás,
eres mi corazón que sabe que hablo y escribo de ti
porque se agita y se emociona,
no te preocupes ahí siempre tendrás una moradita de amor.
Tu cuerpo se quedó en un sitio oscuro pero tú,
tu tú verdadero se ha lanzado al espacio en pose de superhéroe,
y tus palabras y tus risas y tus gestos casi angelicales se quedan con nosotros.
Te convertiste en mariposa
y ahora te guardo entre las páginas de un libro
para que seas y sigas tan sabio como siempre,
no te despidas sé que aún estás aquí,
como mariposa, como aire, como pensamiento,
como motivo, como ejemplo,
sentimiento, fuerza, paz, sonrisa, sangre, familia,
y todo eso que tu sabes bien.



Ana Lilia Rodríguez Olvera.material resguardado bajo derechos de autor y publicado con licencia de la autora.

viernes, 16 de abril de 2010

La casa de los Cristales



Mamá caminaba despacio con su pata de palo, siempre fue así desde que la conocí, siempre sonreía brevemente antes de decir cualquier cosa, ese día Mamá habló poco.

Todo estaba tranquilo en la casa, desde la sala estaba observando a Marie que leía un libro anaranjado, parecía que estaba muerta, de esos muertos que se quedan absortos con los ojos abiertos, con la frente fría y las manos flojas. No recuerdo bien de que era el libro, alguna vez me lo contó, quizá fue de cocina pues a Marie le gustaba leer recetas, tenia una sazón nefasta y decía que cuando creciera iba a ser como Mamá que preparaba la comida más exquisita del universo, sus platillos siempre lucían bien, siempre olían bien, siempre sabían bien.

Mamá sonreía cuando iba a hablar y cuando iba a cocinar, aunque permaneciera callada todo el proceso, su especialidad eran las enchiladas, el Pato gustaba enormemente de ellas, siempre que las comía se quedaba quieto y pensativo, yo de pequeña pensaba que era por que las enchiladas poseían una especie de pócima que ponía a Pato triste, pero un día me dijo que lo que lo ponía así era la felicidad. Que cuando comía las enchiladas de Mamá sentía tanta felicidad que no cabía en una sonrisa ni en una carcajada, que bastaba con quedarse quietesito y cabizbajo para sentir como una a una las células se llenaban de la sustancia de la felicidad que poseían las enchiladas.

Ese día que todo estaba tranquilo y que Marie leía el libro anaranjado mientras yo la observaba Pato se había ido a buscar empleo, iba a ser su primer empleo, eran tiempo difíciles. Muy pocas veces a la semana Mamá podía cocinar sus maravillosas enchiladas y en cambio preparaba brócolis hervidos con una pizca de polvos de sazón. Pato dijo que trabajaría de mesero aunque siempre había querido ser piloto de la fuerza aérea, salió a la calle vestido de caqui con botas y su corte de pelo al ras, no parecía un mesero, quizá si le daban el empleo le darían también las ropas necesarias para no ahuyentar a los clientes.

La mañana transcurrió rapidísimo cuando dejé de ver a Marie leyendo su libro ya era de noche y la luna se metía por las ventanas. Pato tardó un poco más en llegar.

Antes de que mamá calentara el chocolate con leche para la merienda iba caminando despacio con su pata de palo hacia su habitación, yo la observaba por que Marie ya no leía, la vi cruzar el pasillo y pasar frente al baño hasta que llegó a un mueblesito dorado que tenía frente a su cama helada. Lo abrió y con su cuerpo tapó lo que sacó por que suponía que yo la estaba viendo, yo gustaba mucho ver a través de las paredes de la casa y Mamá lo sabía bien.

Era algo pequeño lo que Mamá había sacado por que cabía bien en sus manos, quizá un frasquito con el secreto de sus sabores o un veneno para dárselo a Pato si no encontraba trabajo.

Despacio, como siempre, Mamá llegó a la cocina, no podía despegar mis ojos de su pasiva figura de mujer viva, estaba en lo correcto, lo que llevaba era un frasquito, lo puso a un lado de la estufa y comenzó a sacar utensilios e ingredientes, era maravilloso tenía en la mesita transparente de la cocina una pieza de pollo tan grande que más bien parecía de vaca, tenía unos tomates jugosos y de un verde tan intenso que su brillo se reflejaba por todas las paredes y teñía la estancia de un verde fantasmal.





Sonriendo cocinó sus maravillosas enchiladas, yo me preguntaba por qué las haría ya de noche y no para la comida como acostumbraba, Mamá no gustaba de salir de la costumbre. A las enchiladas agregó el frasquito y esperamos calladamente mientras Pato llegaba para comer, más bien para cenar.

Pato llegó a casa, yo lo vi venir desde que venía por el jardín de los Ventura su cabeza estaba roja nos contó que se le puso así de tanto pensar, que iba a ir a su entrevista de mesero pero que al pasar por ahí vio un letrero en el que solicitaban a un piloto del ejercito, como él lucía como uno fue a hacer el examen solicitado. No lo pasó, así que ya no fue mesero ni piloto del ejército.

Mamá sonrió nuevamente y sólo dijo comencemos a comer. Marie estaba fascinada con la idea de cenar comida comida y no simplemente chocolate con leche, intuíamos que celebrábamos algo, que Mamá nos estaba tratando de decir algo, no eran tiempos sencillos.

Comimos calladamente y flotando en los asientos como cada vez que lo hacíamos juntos, después Marie lavó los platos, Pato limpió la mesa Mamá se sentó un momento en la silla sillón, y yo ayudaba a secar los trastes mientras los observaba a todos.

Mamá se quedó dormida como aquellos que se mueren mientras descansan, cuando Marie me pasó para secar el frasquito que Mamá había echado a las enchiladas pude leer “antídoto anti-infelicidad, tómese cuando las cosas no estén sencillas”.




Ana Lilia Rodríguez Olvera.
material resguardado bajo derechos de autor y publicado con licencia de la autora.

lunes, 29 de marzo de 2010

NEXOS


Sentirte ceñido a mi cuerpo

a mis esperanzas

a mis sueños

a mi futuro

Sentirte pecho con pecho

mi vientre reposado en tu piel

mis ojos descansando en tu boca

Sentirte ceñido a mi cuerpo anti-real

a mis manos que vibran entre los dos

a mis años que ya no existen

y que se han vuelto tantos

tan de repente

Es una magia desusada y antigua

es un viaje a lo descomunal

a lo no visto por nadie jamás

porque mi cuerpo no es mi cuerpo

ese al que ciñes tu figura delgada

porque mis manos no son mis manos

y quizá yo no estoy

sino es sólo a través de tu paso

y quizá esta lengua

y esta vida no es nada

mientras para mi imaginario ya lo es todo.

Ana Lilia Rodríguez Olvera.
material resguardado bajo derechos de autor y publicado con licencia de la autora.